El pícaro es un personaje que se desarrolló hace muchísimo tiempo en España, desde donde los conquistadores trajeron sus “hazañas” a Latinoamérica. Aquí tuvo adaptaciones en su ropa, nombre, lenguaje, según el país al que llegaba, pero mantuvo intacta su especial forma de ser: origen humilde, ingenioso al máximo, se burla, aunque sin maldad, de los crédulos o de quienes intentan perjudicarlo. Puede llamarse Pedro Malasartes (Brasil), Tío Conejo (Ecuador, Nicaragua), Pedro Rimales (Venezuela) o Urdemales (Guatemala, Argentina), pero siempre actúa guiado por el desafío de la aventura, el hambre, o la necesidad de salir de un apuro. A través de la sonrisa inevitable que provocan, sus historias han perdurado en la tradición de los distintos pueblos, que se hacen cómplices de aquel que sabe usar su ingenio ante el peligro, o ante el abuso de los poderosos, los egoístas y los ambiciosos.
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